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Ayahuasca y la muerte: una visión que transforma la vida

¿Por qué en las ceremonias de ayahuasca a veces se experimenta la muerte?

No es casual. Tampoco es una trampa del miedo. La ayahuasca no busca asustar, sino despertar.

En muchas ceremonias, los participantes narran experiencias en las que sienten que “mueren”, atraviesan umbrales desconocidos, o se ven a sí mismos enfrentando el final de su existencia.

Pero lejos de ser castigos o visiones sin sentido, estas vivencias son puertas hacia una comprensión más profunda y liberadora: la muerte como maestra de la vida.

En la sociedad moderna, la muerte es el gran tabú. Se esconde, se niega, se teme. Nadie nos enseña a convivir con ella, y cuando llega, casi siempre lo hace como un ladrón en la noche.

Vivimos como si la muerte no fuera con nosotros, como si tuviéramos un contrato secreto con la eternidad. Pero la verdad —sabemos todos en el fondo— es otra.

Desde el momento en que nacemos, la muerte camina con nosotros. Es nuestra sombra más fiel. No nos persigue: nos acompaña. Y la ayahuasca, con su sabiduría antigua, nos recuerda eso de una forma directa, a veces brutal, pero profundamente amorosa.

Morir en la ceremonia para renacer en la vida

Las visiones de muerte en una ceremonia no son castigos, ni son señal de locura. Son oportunidades. La planta maestra nos grita al alma: ¡No pierdas más tiempo! ¡Despierta! Vive de verdad.

Ama sin miedo. Haz lo que viniste a hacer en este mundo. Porque no estás aquí para repetir patrones, ni para funcionar como un engranaje más en una maquinaria ciega. Estás aquí para florecer.

Morir simbólicamente en una ceremonia puede significar dejar atrás lo que ya no sirve, lo que te drena, lo que te mantiene pequeño. A veces hay que tocar el abismo para recordar por qué vale la pena subir la montaña.

Un legado ancestral olvidado

Las culturas ancestrales lo sabían. Para los egipcios, sumerios, babilonios o los antiguos sabios del Chavín de Huántar, la muerte no era un final, sino el umbral hacia otra existencia. No le temían: la respetaban. Y se preparaban para ella desde esta vida.

¿Qué nos pasó como humanidad? ¿En qué momento decidimos que ignorar la muerte era más sabio que entenderla?

Hoy, cuando alguien “muere” en una ceremonia de ayahuasca, en realidad está renaciendo. Está recuperando algo que el mundo moderno nos ha robado: la conciencia de que la vida es un regalo limitado, un parpadeo en la eternidad.

Vivir con la muerte a la vista

Aceptar la muerte no es rendirse. Es vivir con más intensidad. Es saber que el tiempo importa. Que cada abrazo puede ser el último. Que las palabras tienen peso. Que el alma tiene urgencia.

Y ahí, justo en ese punto, la medicina sagrada nos extiende la mano y nos dice:

«Aprovecha tu paso por esta Tierra. Despierta. Vive. Ama. No temas morir… pero teme no haber vivido.»